Para la mayoría de las aplicaciones, el producto debe disolverse en agua previamente a su utilización. La disolución se produce rápidamente si las condiciones son adecuadas.
Es importante para una rápida y adecuada disolución del producto conseguir un contacto efectivo de éste con el agua desde el primer instante. Se recomienda verter el producto en un volumen de agua en agitación en forma de fino chorro sobre el vórtice. La agitación durante el tiempo de vertido debe de ser vigorosa aunque después puede reducirse para completar la disolución.
La baja viscosidad del producto permite controlar la dosificación de éste fácilmente. Es importante evitar la entrada de agua en el circuito del producto, por lo que se recomienda utilizar válvulas anti-retorno. Si esto sucediera podrían formarse geles que taponarían las conducciones o la propia bomba dosificadora.
Se recomienda no preparar disoluciones de concentración superior al 3%. Para soluciones más concentradas existe mayor dificultad de homogeneización y manipulación de las mismas debido a la alta viscosidad desarrollada.
La estabilidad de la disolución del producto depende de diversos factores: calidad del agua utilizada (dureza, conductividad y pH), temperatura, concentración, etc. Se recomienda preparar la disolución y consumirla en las horas siguientes. Una pérdida de viscosidad de la disolución indica que ésta se degrada. En esta situación la disolución todavía es útil, aunque ahora deberá sobredosificarse para conseguir el rendimiento deseado.
La gran facilidad de disolución del producto permite que, en condiciones muy específicas, éste pueda ser dosificado directamente sin disolución previa.